En los límites del espacio crecen hilos de luz

Javier Claramunt
Catálogo "Galería Sen" 2001

  Se notaba que había corrido la voz. Hacía unas noches sólo eran dos o tres cortinas entreabiertas por las que escudriñaban el cielo unos pocos. Aquella noche desde mi ventana vi más, muchos más, espectantes, ansiosos por descubrir, por verificar. A pesar de lo tarde que era había gente de guateque en muchas azoteas, por las ventanas asomaban incluso familias enteras y en algunos balcones se cenaba y brindaba con festividad y despreocupación. Pero lo más curioso era que toda esa gente, todos, aún ocupados en la diversión, no podían dejar de mirar hacia arriba, buscando el cielo, buscando un sueño.

  Hace una semana en un bar oí unos hombres que se burlaban de dos de sus compañeros, pues estos últimos aseguraban, tan serios como perplejos, que, desde hacía varias noches, veían llamaradas de colores en el cielo, como sopletes que cruzaban la noche. Cohetes espaciales, plateados, que los he visto yo con el telescopio de mi hija, decía uno. Más bien globos, aerostáticos fugaces, muy veloces, experimentos secretos de los científicos, decía otro. Y lo juraban y juraban. Se ven cosas, decían. Y si no lo creéis, comprobadlo vosotros mismos: esta noche apagad la televisión, asomaos a la ventana y veréis.

  Eso hice yo. Y desde entonces paso horas mirando las estrellas, viendo cómo esas misteriosas luces de colores se entrecruzan y traman dibujos imposibles. A veces lo hago tumbado en la cama, con la ventana abierta, adormilándome entre esos pequeños chorros de luz que eclipsan a las estrellas y las atrapa en su urdimbre.

  La voz siguió corriendo, y al poco tiempo eran multitudes las que se concentraban en las afueras de la ciudad para contemplar el espectáculo sideral. Todo el mundo conocía el repetido acontecimiento nocturno y describía a la perfección el fenómeno. Y, sin embargo, nadie, es decir, ningún medio de comunicación, ni la tele, ni los políticos, comunicó, ni publicó nada sobre el asunto. Bueno, es cierto que más tarde dijeron cosas, pero se contradecían y daban palos al agua sin conseguir esclarecer el misterio. Hasta incluso tuvo que intervenir, como era de adivinar, el Fondo Monetario Internacional, que contrató a los más prestigiosos científicos para que investigaran sobre la naturaleza, procedencia y objeto de aquellas luces que transgredían nuestro firmamento todas las noches con sus sorprendentes trazas de colores.

  Pasados dos meses, el Director de la Agencia Especial de Investigación, el Dr. Vander, leyó un comunicado oficial. Aunque todos estábamos espontáneamente convencidos, repetía que no había peligro ni motivo de alarma. Decía que dichas luces de colores eran objetos, naves autopropulsadas, de creación y origen terrestre, desmintiendo así las teorías marcianas, tan del gusto de algunos. Estaban diseñadas y fabricadas por la extravagante firma C&C. Art Factory’s and Entertainment, conocida en el mundo entero por su slogan “Hasta el límite y más allá”. Con esta autoría se justificaba, decía Vander, el fabuloso diseño espacial del cohete, los espectaculares dibujos, la transgresión del firmamento, la acción poética de surcar las estrellas, etc. Sin embargo, sobre su objeto, su función, nada dijo, lo que dio paso a una olea de rumores.

  Unos decían que era altruismo artístico, que así C&C nos regalaba experiencias siderales únicas y aterciopelaba nuestros sueños. Otra opinión muy discutida era que así se hacía publicidad, aunque, en realidad, la firma no aumentó el cupo de visitantes diarios que, por cierto, no eran pocos.

  La visita a «Limite Park» revela lugares y atracciones únicas. Visto en el plano ocupa una gran superficie con una forma que recuerda la del toro ese de las carreteras. En uno de sus restaurantes, el chef Leonardo ofrece Ensalada de pepino, Brocheta de mejillones, Rabo encendido y, al final, Plátanos maduros. En la Sala de Proyecciones el Dr. Livingstone y el Barón Dandy hacen sombras chinescas con recortables de pin-ups y representan “Las Minas del Rey Salomón”.

  En una de sus salas de fiestas, el “Límite Hall”, Betty Boop y King Kong presentan un número erótico mientras Popeye toca el ukelele. Después, el ballet “Ramos Girls” luce su palmito bailando a Paquita la del Barrio, un tragasables consigue desatascarse, Frida Kahlo hace malabares con flores de cactus, y, en el apoteosis final, Dumbo sobrevuela por encima de la cabeza del público, tirando purpurina con aroma de rosas. En otro local, el Cabaret Kitsch, las hermanas Lili y Mimi juegan solas a la ruleta, una tira la bola y la otra apuesta y siempre ganan, y, en el escenario del fondo, Pumby y los Hermanos Marx bailan el twist mientras toca el vibráfono de agua el maestro Duchamp.

  Su Sala de Dioramas, única en el mundo, cuenta con la mejor colección de trajes regionales, de postales de Marte, y también con las mejores creaciones de la Factoría C&C. Y, en fin, que en todos los rincones del “Límite Park» podían encontrarse un sinfín de cosas extrañas y fascinantes, aunque, eso sí, nunca tan exquisitas y abundantes como en el Museo Imaginario de C&C, pues en él se guarda toda la imaginería Límite: montones y montones de imágenes, de iconos, de objetos y fetiches guardados en vitrinas, agazapados tras los cristales, esperando pacientemente su turno, su nominación al estrellato, su designio. En definitiva, esperando la noche, que era cuando el Museo se animaba.

  Cuando sus salas se vaciaban y se hacía silencio, unos operarios, en pantalón de gimnasia, irrumpían, a pecho descubierto, en el Museo y por los altavoces se oían cosas como: seis pares de zapatos de tacón, cinco caballitos de mar, dieciséis gheisas y tres vírgenes, cuatro bailarinas hawaianas, dos perlas de oro y cuatro pendientes falsos… Los operarios se movían diligentemente por los pasillos e iban seleccionando y cargando el pedido en grandes cajas. Cuando estaban todas llenas se procedía al envío . Caja 4, 7, 9 y 10. Destino: Cari. Caja 3, 5, 6 y 8. Destino: Cuqui. Y se añadía este mensaje: Se confirma despegue del Correo Intercambio: 09.00 a.m. Aterrizaje en breve.