"Complicidades"
Unas consideraciones sobre el Equipo Límite

Fernando Castro Flórez

Catálogo «10 años. Atadas» 1998

  La dialéctica de ensimismamiento y teatralidad en la pintura moderna ha quedado desplazada por la irrupción de una estética de la impureza (1), en la que los planteamientos «poscríticos» confluyen con posiciones que tienen cierto tono apocalíptico. Sabemos que la pintura parece haberse convencido a sí misma de que ha llegado al límite de sus posibilidades, hasta llegar a renegar de sí misma, negándose a continuar siendo una ilusión más poderosa que lo real: «resulta muy difícil hablar hoy de pintura porque resulta muy difícil verla. Por lo general, la pintura no desea exactamente ser mirada, sino ser absorbida visualmente, y circular sin dejar rastro. Sería en cierto sentido la forma estética simplificada del intercambio imposible. Sin embargo, el discurso que mejor la definiría sería un discurso en el que no hubiera nada que ver. El equivalente de un objeto que no es tal” (2). Ciertamente ya ha llegado el día en que la propia imagen (de Magritte a Warhol o Broodthaers) con el nombre que lleva llegará desidentificada por la similitud indefinidamente transferida a lo largo de una serie, en ausencia de una filosofía pop, conservamos exclusivamente las latas Campbell que no estaban envenenadas. Las similitudes en circulación se han estabilizado neutralmente en una cultura del espectáculo que hace del secreto generalizado y la falsedad sin réplica sus procedimientos. Las obras de arte, los cuadros se convierten en un territorio cifrado, mientras la fantasmagoría icónica está divulgándose como un género nuevo: «el rumor venía como suplemento de la imagen en una mezcla de comentarios entrecortados, desarticulados, tartamudos, que orientaba el desamparo en diferido” (3). El vértigo de los sucesos ha sido transformado por la metereología de la historia, para concluir en el retorno de la «glaciación». La cuestión del sentido de la pintura, cuando no hay una visión inocente y la digitalización toma el mando, encuentra una cruda respuesta en lo que denominaré el «camuflaje de la subversión».

  El Equipo Límite ha sido capaz de ofrecer una salida lúdica a esta problematicidad de lo pictórico, desarrollando una suerte de doblez imaginaria en el tiempo de la «obscenidad de la comunicación». En sus obras se encuentra una activación permanente de las paradojas, actuando los procesos de la imagen como una suerte de bricolage continuo: heterogeneidad, desplazamientos, materiales tomados en préstamo y localizados en un nuevo emplazamiento. En los comienzos del Equipo Límite hay un uso constante del método collage (recortar fotografías y ampliarlas) que posteriormente va cediendo el paso a un montaje pictórico. En sus cuadros, aparentemente, puede entrar cualquier cosa y, lo que es más importante, funcionando al mismo tiempo: el niño Jesús flanqueado por tigres y flores de colores reventones, en una aparición que es la del final de las películas de dibujos animados («That’s all Folks!») o el impertérrito toro monumental de las carreteras españolas dentro de un corazón floral que a su vez está limitado por cuatro pares de castañuelas. «Basta con pararse un poco ante sus imágenes para comprobar que su lugar es el límite, que son conscientes de hasta dónde quieren llevar las citas, los efectos, los homenajes, los guiños y, por supuesto, las provocaciones. Un cuadro aislado puede despistar; un conjunto lo hace evidente: cada vez utilizan mejor unos recursos cuyas deudas (pop-art, cómic, publicidad) matizan de un modo casi perverso” (4). La irreverencia y la movilidad incesante del espacio perverso aparecen por doquier, tal es el caso de la sorprendente situación presente en el cuadro Coplas de mi tierra: la epifanía de Jesucristo mientras dos elefantes saludan o se agitan por el fuego que está a sus pies, todo ello ambientado a medio camino del cartel de circo, la bandera o la publicidad de una secta religiosa desconocida. Los títulos de los cuadros acrecientan la provocación, desde Más dilatadas que las cataratas del Niagara en la que aparece una delicada sirenita en el centro de las miradas enérgicas de los superhéroes a Ensalada de pepino en el colegio femenino donde las imágenes del manga (un joven mete la pistola en la boca de una chica) están yuxtapuestas a el patético gato Tom. La estética de Equipo Límite podría ponerse en relación con planteamientos neopop, aunque, de suyo, no sean muchos los puntos de contacto con creadores como Keith Haring o con la psicodelia de Kenny Scharf y, sin embargo, muchas las deudas que tienen contraídas con Roy Lichtenstein (como es evidente en la parte superior del cuadro Ninguna rubia pediría fuego a un perdedor), una de las referencias canónicas del pop americano. El arte moderno sufrió un particular proceso de plegamiento, desde el arte pop hasta el más reciente contextualismo. José Jiménez ha señalado que el pop art es el registro más intenso de la consolidación de un sistema cultural de comunicación masiva y articulado como totalidad: «la investigación formalista o las temáticas comprometidas y rupturistas son sustituidas por la reproducción en el arte y los procedimientos expresivos de la nueva cultura. Se produce una fuerte transitividad entre medios de comunicación de masas, publicidad, diseño industrial y arte» (5). El pop se caracteriza por las acumulaciones de varios lenguajes, por la oposición y alteración de las imágenes con respecto al contexto, por el uso de la parodia, por la supresión de los elementos representados, por las condensaciones, fragmentación, seriación o repetición y por la tendencia a la omisión total del sujeto. La postura del pop nunca es crítica en sentido estricto frente a la sociedad, en general presenta el orden existente en las sociedades del capitalismo tardío sin excesivo entusiasmo; es una mirada no enjuiciadora que transformó las viejas maneras de mirar y enjuiciar. No es un ismo (nunca pudo decirse popismo como se dijo futurismo, surrealismo o expresionismo), ni siquiera otra vanguardia, fue precisamente la liquidación de los ismos y de las vanguardias modernistas. Wolfe señaló que uniendo la torpeza con las nostalgia, el pop art se sirvió de una serie de implicaciones literarias que debían añadirse a la escena de amor o a lo que el cuadro representara: «de principio a fin, consistía en una irónica, nostálgica, literaturizada afirmación de la banalidad, del vacío, de la idiotez, de la vulgaridad y de todos los demás rasgos por el estilo que adornan la cultura norteamericana; y si algún artista decía «pues eso es precisamente lo que me gusta de ella», como Warhol dijo con mucha frecuencia, era sólo para que la ironía resultara más profunda, más viva“ (6). Desde las fotografías de las estrellas de la cultura popular, hasta los comics o una hamburguesa, sirvieron como pre-textos para crear una nueva sensibilidad.

  Moviéndose más allá del pastiche o de la moda reaccionaria de la nostalgia (7), el Equipo Límite plantea una pintura narrativa, sosteniendo un importante diálogo con una tradición moderna muy fecunda en Valencia (Equipo Crónica, Estampa Popular o el Equipo Realidad). Tanto los planteamientos apropiacionistas como la teoría del simulacro ofrecen vías para acercarse a la interpretación de esta obra, aunque tan importantes como esas claves son la modulación de lo barroco o el manifiesto horror al vacío. Los materiales salen al paso de estas visionarias: comics de todas las clases, desde el manga a la ciencia ficción, etiquetas de bebidas refrescantes, como 7up o Cinzano, la imagen de Popeye o la de Marilyn, dos boxeadores bajo el éxtasis erótico de la Santa Teresa de Bernini, recortables para vestir de héroe a un culturista, al estética cutre de las revistas del corazón unida a las delicias de la tienda de souvenirs. Tal vez sea un elogio o parodia de la cursilería (8), una meditación elíptica sobre nuestra sociedad reflejada en una pintura con cuatro banderillas picantes. «Sus modelos son los de la España de siempre, una especie de España cañí, por un lado, folklórica y festivalera, por otro, espontánea y popular sencillamente. Pequeñas reliquias domésticas entresacadas de la profundidad más llana de este pueblo singular” (9). Contemplemos a la valenciana coqueta en Rayas, cuadros y pata de gallo, o a la mujer con la mantilla andaluza y una rosa en la boca flanqueada por dos extrañas figuras femeninas cuyo cuerpo es un cuchillo oriental. Hay un proceso intenso de desvelamiento o puesta en escena del kitsch, que designa la experiencia sustitutiva y una falsa sensación. Adorno comprendió el carácter moderno de lo kitsch al advertir que el ámbito de los objetos que funcionan en el consumo conspicuo es realmente un dominio de imaginería artificial: están creados por la pulsión desesperada de escapar de la abstracta mismidad de las cosas por una especie de autoconstruida y fútil promesa de felicidad. Aunque por un lado el kitsch es expresión de la estética de la autodecepción y del engaño, en un sentido más radical es la imagen del «vacío de valores” (10). Mal gusto, basura, formas destinadas al entretenimiento superficial, pero también encarnaciones tangibles de la belleza, romanticismo al alcance de todos: la vida confortable necesita de unas convenientes dosis de cursilería. Lo kitsch es un estilo de vida que adquiere rango de ideal social, aunque no sea elevado hasta la autoconsciencia, lo que supondría llegar a contemplar la verdad que encubre el cinismo. La hipertrofia del kitsch es tributaria de la monumentalización de las mercancias; la dualidad esencial a la que corresponde este problema es la de lo esencial en oposición a lo supérfluo (11). Conviene tener presente esa situación jerárquica al analizar las imágenes del Equipo Límite para evitar incurrir, una vez más, en la atención exclusiva al motivo central o a una lectura exclusivamente figurativa. La pintura de estas creadoras es, en cierta medida, abstracta, una disposición de formas, elementos y colores que funcionan con un ritmo sincopado. En muchos de los cuadros pueden regristrarse tres niveles iconográficos: la figura central, los destellos que surgen de esa epifanía y, en los extremos elementos que se repiten especularmente. Lo cursi ha sido transformado en lujo, el brillo de los colores y la disposición ornamental de las partes son tan importantes como lo que narran las figuras que, por otro lado, es una discontinuidad del sentido.

  Los juguetes y las formas rescatadas de la mirada infantil son tratados por el Equipo Límite como fetiches; en cuanto que es negación y signo de una ausencia, el fetiche no es de hecho un unicum irrepetible, sino que es, por el contrario, algo sustituible hasta el infinito, sin que ninguna de sus sucesivas encarnaciones pueda nunca agotar completamente la nada de la que es cifra: «el fetichista tiende infaliblemente a coleccionar y multiplicar sus fetiches» (12). Surgen algunos sarcasmos sobre la falocracia, como en la imagen de las chicas del cuadro De los Apeninos a los Andes con el cuerno del rinoceronte entre las piernas o una imaginaria erótica muy potente en Por favor, silencio donde una camarera apunta a los excitados cangrejos el camino directo para llegar a consumar la penetración: una sexualidad sin complejos en el centro de la diana. En Piluca, niña moderna y Cazando fieras bobas, dos de las obras más intensas del Equipo Límite, se hace patente la estética sadomasoquista (13), en una remisión a los placeres del boundage en contraste ácido con los niños que solicitan una aportación a la obra de la Santa Infancia con una hucha gigantesca que acaba por transformarse metafóricamente en una gigantesca vagina o bien ocupa el centro una candorosa india abrazada a un osito ajena a las turbulencias de las dos mujeres atadas y dispuestas mecánicamente para saciar deseos oscuros. Obscenidad y provocación encuentran una superficie privilegiada en el esplendor pictórico del Equipo Límite. Stanley Cavell señaló que el arte Pop no es pintura o, por decirlo de otra manera «no es pintura sería», puesto que no está determinado por el compromiso de realizar un arte en conflicto con la historia (14). Efectivamente, cuando la historia y sus entusiasmos se han abismado, una de las salidas del laberinto de rituales de lo artístico puede ser el humorismo (15), ese chiste que es una demora del sentido. «No es ninguna broma decir que un tema central del Equipo Límite es el de la muerte, asumida como un reto en proceso de transformación a través de la sensualidad y la violencia, donde el riesgo diluye los límites de la subjetividad» (16). Una obra como Devora meel conejo adquiere un valor «enciclopédico» en la trayectoria del Equipo Límite, al unir la escenografía sadomasoquista con la presencia de la mujer fatal en un paisaje burlescamente sublime, todo ello dentro de un nimbo de un ornamento prodigioso, en los extremos superiores se repiten, en el característico efecto de duplicación especular, unos rostros de los que sale un bocadillo con una consideración sobre la muerte propia del tono «metafísico» de algunos comics de ciencia ficción, al final parece como si esa situación desconcertante fuera un don arrojado por la manos divinas que aparecen en la cima del cuadro en medio de destellos de gracia.

  La tendencia del Equipo Límite al exceso o a la agresión visual son evidentes, así como su gusto por las paradojas iconográficas. La lógica paradójica impone el discurso oblicuo y cifrado; el cortocircuito de la paradoja permite el extrañamiento que juzga la evidencia, lejano ya el pathos de la filosofía. Deleuze ha subrayado cómo la paradoja hace valer el elemento que no se deja totalizar en un conjunto común, presentando la diferencia imposible de nivelar o anular en la dirección del buen sentido. Según la patafísica (la ciencia de las soluciones imaginarias que propuso Alfred Jarry), la lengua no está en situación de producir una lengua nueva en su seno sin que todo el lenguaje sea a su vez llevado a un límite: «el límite del lenguaje es la Cosa en su mutismo, la visión» (17). Aquella insistencia heideggeriana en que «ninguna cosa haya, donde la palabra fracasa» no puede ser tomada como incitación al silencio de mordaza o al misticismo. Allí donde la explicación es pura «cháchara», la imagen se ríe mordiéndose la lengua. El sarcasmo arruina la apariencia de profundidad, un guiño de complicidad tiene lugar donde antes la gestualidad ceremonial imponía el tiempo del bostezo. El espectáculo comienza en cada cuadro, el Equipo Límite anuncia sus rutilantes pasiones, tal es el caso de Cautiva Dinamita, con esos dos rubicundos niños (uno llorando a moco tendido el otro con una sonrisa boba) a los que les protegen dos extraterrestes, sostenidos, en el colmo manirista, por dos angelotes, por encima de toda esa nebulosa de dualidades la vedette propone un paraíso. José Saborit ha señalado que una política pictórica basada en el exceso provoca un desplazamiento deliberado de los confines, «límites, fronteras de un chirriante y reseco sistema de normas sociales, morales, culturales y visuales» (18). Toda esta parodia de la pintura histórica, hasta construir retablos obscenos surge desde una búsqueda obstinada de elementos cotidianos que pueden servir parte de un mecanismo divertido, una colección de cosas, lo que Javier Claramunt llamó el Museo Imaginario del Equipo Límite formado por adornos, baratijas, postales, ornamentos psicodélicos, etc. (19). La obra adquiere la condición del puzzle (20), aunque no parece que haya una intención explícita de buscar la «solución», siendo más importante el efecto de seducción: la «erotización lúdica» (21).

  No cabe duda de que la fascinación que provocan estas imágenes, prolongadas desde la dualidad a una multiplicidad sin asideros, obliga a la mirada a transgredir los límites de una estética dominante que ha hecho de la corrección y del pensamiento refrigerado sus cimientos. La intensidad de este universo de explosiones y destellos a partir de figuras que están entre el juego, la inocencia y el placer extremo, exige del espectador una decisión cómplice, la misma que le permitiría seguir las indicaciones de algunas páginas del catálogo De Límite Para tí. Xe què bo, xe què fi en las que se incitaba al lector a colorear a un niño disfrazado astronauta al que se le acaban de caer los pantalones. Sin demorarnos ni un segundo, nos ponemos manos a la obra.

1. Cfr. Melville, Stephen: Philosophy Besides itself: On Deconstruction and Modernism, Manchester University Press, 1986, p. 14 y Steven Connor: Cultura postmoderna. Introducción a las teorias de la contemporaneidad, Ed. Akal, Madrid, 1996, pp. 71-72.

2. Baudrillard, Jean: «Ilusión y desilusión estética» en revista Letra Internacional, no 39, Madrid, 1995, p. 17.

3. Guidieri, Remo: El museo y sus fetiches. Crónica de lo neutro y de la aureola, Ed. Tecnos, Madrid, 1997, p. 25.

4. Fernández-Cid, Miguel: «Party Mix para el Equipo Límite» en Equipo Limite, «Espai d’Art la Llotgeta», Fundación Cultural САМ, Valencia, 1995.

5. Jiménez, José: «Oscuros, inciertos instantes» en Creación, nº 5, Madrid, Mayo de 1992, p. 15.

6. Wolfe, Tom: La palabra pintada, Ed. Anagrama, Barcelona, 1976, p. 104.

7. Cfr. al respecto de esa situación contemporánea Fredric Jameson: El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Ed. Paidós, Barcelona, 1991, pp. 21-22.

8. Ramón Gómez de la Serna hace un elogio de lo cursi como una forma de sensibilidad que suspira por la belleza y la pasión que, en su soledad, se le niega: «Vive lo cursi de morir bien y enroscarse en agonía Complejiza el vivir» (Ramón Gómez de la Serna: «Lo cursi» en Una teoría personal del arte, Ed. Tecnos, Madrid, 1988, p. 243.

9. Alvárez Enjuto, José Manuel: «Patio de figuras» en Patio de figuras, Sala de Exposiciones de la Comunidad de Madrid, 1998, p. 20.

10. Cfr. Broch, Herman: «Notas sobre el problema del kitsch» en Kitsch, vanguardia y arte por el arte, Ed. Tusquets, Barcelona, 1970, p. 30.

11.- Cfr. Guidieri, Remo: «Pidgin. Anotaciones sobre el escenario contemporáneo de la estética» en El nuevo espectador, Ed. Fundación Argentaria, Madrid, 1998, p. 55.

12. Agamben, Giorgio: «Freud o el objeto ausente» en Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental, Ed. Pretextos, Valencia, 1995, p. 72.

13. «El equipo límite ha pintado a lo largo de su carrera bastantes sádicas y a bastantes masoquistas (Combalia, Victoria: «Cómo nos vemos: revisitar las imágenes de la mujer» en Cómo nos vemos. Imágenes y arquetipos femeninos, Centre Cultural Tecla Sala, L’Hospitalet, 1998, p. 19.

14. Cfr. Cavell, Stanley: Must We Mean What We Say? A Book of Essays, Cambridge University Press, 1976, p. 212.

15. «Ciertamente ante los cuadros del Equipo Límite tienes ganas de reirte, pero es una risa o sonrisa desasosegada que revuelve la tan celebrada bestia que llevamos dentro» (A.N. (Ninyerola, Alfonso): «On the border» en Equipo limite, Sala Municipal de Exposiciones del Ayuntamiento de Cartagena.

16. Gandia Casimiro, José: «Dos damas en estado de gracia» en Equipo Limite, «Espai d’Art la Llotgeta», Fundación Cultural CAM, Valencia, 1995.

17. Deleuze, Gilles: «Un precursor desconocido de Heidegger: Alfred Jarry» en Critica y clínica, Ed. Anagrama, Barcelona, 1996, p. 139.

18. Saborit, José: «Una historia extraordinaria en el Límite de lo ordinario» en De Límite para ti. Xe què bo, xe què fi, Sala de Exposiciones del Club Diario Levante, Valencia, 1993.

19. Cfr. Claramunt, Javier: «El Museo Imaginario del Equipo Límite» en De Limite para ti. Xe què bo, xe què fi, Sala de Exposiciones del Club Diario Levante, Valencia, 1993.

20. «Sus imágenes robadas al mundo de la publicidad o de las mass- media son objetos encontrados al azar que combinados con ironía producen ready made rudimentarios y sorprendentes. La imagen definitiva es un puzzle con enigma» (Abelló, Joan: «Los consejos de nuestros expertos» en De Límite para ti. Xe què bo, xe què fi, Sala de Exposiciones del Club Diario Levante, Junio, 1993.

21. Cfr. Baudrillard, Jean: De la seducción, Ed. Cátedra, Madrid, 1987, p. 147.